Las voces
se van, la niebla sabe a ansiedad, a cerveza y a sobriedad. Una especie que no
respira inconcientemente, que crea las reglas a quebrantar.
Por
debajo, de las miradas, de la piel y del radar, y cuando llega la hora de
brincar, sin aviso desde donde quieras hasta tus oídos y hasta que la aguja
provoque frío.
El valor
del 0 a la izquierda, las máscaras no nos cubren, nos descubren, la cultura es
contranatura y no contracultura, pues la estética propone sin procurar que el
coro antes del verso nos resulte esencia y perfume de la más básica
promiscuidad.
Sin
consultar la hora porque no importa, seres extraños que razonan sin gritar, se
dibujan y se filtran los ruidos al
compás de una vida corriendo para saber que pasa cuando el reloj va hacia
atrás.
Con o sin
luz, los cuerpos vibran y gozan con la ironía de un arte oscuro, las amistades
que se brindan sin siquiera mirar, no hay juicio que valga ante la gana inmensa
de compartir el pan de chelear y cotorrear.
Mujer,
hombre o quimera, bienvenidos al club de los ciegos morales, de los sin
vergüenza social y de los que joden las estadísticas de una ciencia total,
diversos y a la caza de el nuevo recuerdo, que deja la pinche y tan valiosa
autenticidad.
VICTOR NEKRO
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