He mirado sin asomarme al
precipicio,
el fin de un amor eterno no pensado,
he llorado miles de noches sin tener lagrimas
sinceras,
me he muerto viviendo en el olvido.
Te he tocado sin tener manos puras con las
cuales hacerlo,
he sentido el calor de tu alma
insoportablemente fría,
me ha incitado al pecado esa misteriosa
piel tan tuya,
te añoro tanto sin haberte tenido.
Sueño con tus ojos aun cerrados por la
ignorancia,
he besado tu dulce cuerpo en la impiedad
del aire,
me han dolido tus engaños aun no
cometidos,
te odio sin haberte aun amado.
¡Cruel el destino!, maldito ese que
no permite que nuestros cuerpos se unan en
uno solo,
bendito el demonio insaciable de
ceguera,
maldito el cariño que le tengo a tu ser
desconocido.
Ingrid
Rohe.