Ellos vienen con
sangre en sus picos
provenientes de
los más míseros destinos,
con sus negras
alas enormes, cabezas calvas
y horrendos
hocicos deformes.
En su aliento
bailan la muerte y la tragedia,
en su mirada anida
una misión enferma
pues han sido
paridos para devorar sin tregua.
Y vienen con
estridente anuncio
directo aquí.
Y yo, degradado en
un oscuro abismo,
lucho por
encontrar el mínimo asomo de luz
que me recuerde
que existen la seguridad y la vida.
Mi mente
acuchillada por los segundos
no resiste esos
graznidos endemoniados, asesinos.
Ellos actúan con
un sino enloquecido
como si por sus
venas corriera el vino.
Mis uñas que una
vez rasgaron desesperadamente
las paredes de
este inmundo encierro
ahora rasgan mi
cara. No tengo salida.
Soy presa del más
tétrico pavor,
en la más
siniestra sesión homicida.
Ellos están tan
cerca ya,
son miles y en sus
patas sonríen las navajas.
Una sonrisa
anacrónica se dibuja en mi cara,
quizá provocada
por un airecillo fresco del sur
que con ligero
humor acaricia mi espalda.
Es como si alguien
se compadeciera de mi tortura,
de este gratuito y
vil sufrimiento,
y me regalara un
susurro de confort
escondido entre
los pliegues del viento.
Ellos tragarán mis
despojos,
restos débiles y
macilentos en este submundo
tan frío y
desierto que tú creaste. Aquí estoy,
donde me
abandonaste. Ellos me comerán
y danzarán con
algarabía acabado el festín,
quizás vomitando y
tragándome otra vez,
burlándose de mi impotencia ante doloroso fin.
Pero... sí,
soñaré.
Con los últimos
vestigios de fe adentro
recordaré bocas,
miradas y viajes pasados.
Abrazaré a mi
corazón desbocado y besaré sus venas;
imaginaré una mano
que me alcanza y me sublima
a donde no puedan
alcanzarme jamás.
Soñaré.
Soñaré que puedo
vencer sus garras, soñare con un mañana.
Y voy a reír de
ellos, de lo ridículo que lucen sus calvas.
Imaginaré un arma
doblando sus navajas.
Soñaré un duelo de
leyenda donde el héroe
es glorificado con
abrazos y caricias. Y el héroe seré yo.
Sí, soñaré
estúpidamente que puedo ganar,
aún con mis ojos
en sus gargantas.
Aún conociendo mi triste final.
ALEQS GARRIGOZ