jueves, 29 de septiembre de 2011

TATUAJE DE MUERTE

Siento que esto no pudo pasar, en el suelo sobre mi mano me queda admirar ese hermoso tatuaje, el mejor, el que cubre toda mi piel, el tatuaje del tiempo.

Se siente como nada, se siente también como todo, combinados de tal forma que no me da tiempo de distinguir, se sintió como aquella ocasión que te besé mandando al diablo sin parar a los que nos rodeaban, y se sintió como aquella ocasión cuando frente a los mismos te abracé tan fuertemente para decirte al oído: ¿Sabes qué?, Jódete.

Los tatuajes deberían permanecer en los cuerpos, al igual que las traiciones, y los bosques oscuros del amor, pero este comienza a salir a chorros. 

Cuando corría, improvisando para salvar lo que quedaba de mí, el mundo se tornó errante, detrás de mi futuro el destino se volvió cero. 

Ya no puedo sentir, porque ese impacto perforó, y la sangre le da vida ahora a las calles, un tatuaje vivo de muerte que seguirá saliendo aún cuando ya no pueda escribir, ahora.
                                                                   
                                                VICTOR NEKRO

DELTA

No es río ni mar el delta
donde las garzas presumen su pulcra esbeltez
siempre atentas a irse achicando en el paisaje
y la espuma -ese belfo de potro indomable-
se asoma sobre aguas violentas,
construye instantáneos, fantasmagóricos castillos.
Donde el movimiento perpetuo aniquila la tranquilidad
de las aguas separadas por la sal de su naturaleza.
¡Cómo se nos llenan los oídos
de su música atroz, de remolino hipnótico!

Cada uno, mar y río, con su cuerpo ajeno, monstruoso,
llenado de una misma sustancia que les confiere
voluptuosidad estruendosa de bestia terrestre renegada,
se encuentra en un nudo de rechazos y de bramas:
se embrazan, se dan de sí, se penetran,
como dos meteoros que chocan destruyéndose,

como los amantes en el sexo.

                                               ALEQS GARRIGOZ