Al estar
en supuesta normalidad, uno lo sabe y duerme con el ojo izquierdo abierto, que
al tiempo la noche coloreó, bondad de destazar con las palabras y cambiar en un
gesto la distancia que te guarden los demás.
Ya
siempre reside en la espalda la armadura, que explota en el brazo anestesiado,
cubre el cuello y la boca en forma asimétrica con la misma tela negra como
hilos de sangre coagulada, expone los huesos de la mitad del pecho y dibuja una
invitación a atacar.
Asusta
más el que provoca con un ojo para quitarte cada nervio a mordidas que el que
te muestra un cuchillo, porque al designado que mandaron a imponer le devoré el
rostro mientras nunca encontró una palabra para evitarlo.
AUTOR: VICTOR
VAMPIRO NEKRO