Volteas y ahí está, con la vista nublada pero firme,
cada vez más cerca, en suspenso de la línea de respiro.
Ya no sé si seguir corriendo, mintiendo al viento de frente,
que una vez yo le negué la posibilidad de volver, de creer.
Sus vendajes me cubren y sus heridas me duelen,
su sonrisa me aterra y su convicción me despierta.
Al borde del cansancio, ya mi aliento es sangre,
mi terror es un ángel que recorta sin pensar sus alas,
corriendo hasta el precipicio, sin ganas ya de voltear
tan solo me queda esperar, porque ya no puedo huir de mi,
porque al alcanzarme sé que me voy a lanzar,
ven entonces soledad.
VICTOR NEKRO
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