Sentado
otra noche con la cucaracha a mi lado,
escucho
a mis labios recitar versos de agonía
de
mis propias agonías, de mis desvelos lacrimosos.
Los
clavos del pecho se burlarán de mí si intento dormir
pero
ella ya se acostumbró a todo esto.
Sentado
con la mirada en mi sombra oscilante,
a
la luz de las velas la cucaracha me abraza:
pretende
hacerme sentir a salvo por un instante.
Pero
lloro.
Sus
seis patas sobre mi espalda
siguen siendo tan frías como ayer.
ALEQS GARRIGÓZ
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